Carta de Emmanuel Macron a los franceses (13/1/19)
Traducción de la Carta de Emmanuel Macron a los franceses (enlace a original en Libération)
Queridas francesas, queridos
franceses, mis queridos compatriotas,
En un período de cuestionamiento e
incertidumbre como el que estamos atravesando, debemos recordar quiénes somos.
Francia no es un país como los
demás.
El significado de la injusticia es
más vivo que en otros lugares. La exigencia de ayuda mutua y de
solidaridad, más fuerte.
Aquí, los que trabajan pagan las
pensiones de los jubilados. Aquí, un gran número de ciudadanos
paga un impuesto sobre la renta, a veces gravoso, que reduce las desigualdades. Aquí, la
educación, la salud, la seguridad y la justicia son accesibles a todos,
independientemente de su situación y su patrimonio. Los azares de la vida, como
el desempleo, pueden superarse gracias al esfuerzo compartido por todos.
Por eso Francia es, de todas las
naciones, una de las más fraternales e igualitarias.
También es una de los más libres, ya
que todos ven protegidos sus derechos y su libertad de opinión, de conciencia,
de credo o de filosofía.
Y todo ciudadano tiene derecho a
elegir a sus portavoces en el gobierno del país, en el diseño de las leyes, en
la toma de las grandes decisiones.
Todos comparten el destino de los
demás, y todos están llamados a decidir el destino de todos: todo esto es la
nación francesa.
¿Cómo no sentir orgullo por ser
francés?
Sé, por supuesto, que algunos de
nosotros hoy estamos insatisfechos o enojados. Porque los impuestos nos
resultan demasiado elevados, los servicios públicos demasiado lejanos, los
salarios demasiado bajos para que algunos puedan vivir con dignidad del fruto
de su trabajo, porque nuestro país no ofrece las mismas posibilidades de éxito
independientemente de la familia de procedencia. Todos querrían un país más
próspero y una sociedad más justa.
Comparto esta impaciencia. La sociedad
que queremos es una sociedad en la que el éxito no dependa de las relaciones o
del patrimonio, sino del esfuerzo y del trabajo.
En Francia, pero también en Europa y
en el mundo, las almas se han visto invadidas por una enorme inquietud, y
también por una gran preocupación. Debemos responder con ideas claras.
Pero para ello es necesario poner una
condición: no consentir ninguna forma de violencia. No consiento,
y no tengo el derecho de consentir, las presiones ni los insultos, dirigidos por
ejemplo a quienes han sido elegidos por el pueblo; no consiento, ni tengo el
derecho de consentir, acusaciones dirigidas de forma general contra los medios
de comunicación, los periodistas, las instituciones ni los funcionarios. ¡Si todos van
contra todos, la sociedad se desintegra!
Para que las esperanzas venzan a los
temores, es necesario y legítimo que nos replanteemos juntos las grandes
preguntas de nuestro futuro.
Por ello he propuesto y lanzo hoy un
gran debate nacional que se prolongará hasta el 15 de marzo.
En las últimas semanas, muchos
alcaldes han abierto sus ayuntamientos para que podáis expresar vuestras
expectativas. He recibido muchas aportaciones que he podido tomar en cuenta. Ahora entraremos
en una fase más amplia y podréis participar en debates cerca de casa, o expresaros
en Internet para presentar vuestras propuestas e ideas. En la Francia
continental, en la de ultramar, y en el extranjero, si residís allí. En aldeas,
pueblos, barrios, por iniciativa de los alcaldes, de los representantes electos,
los líderes asociativos o de ciudadanos comunes ... En las asambleas
parlamentarias, o en las regionales o departamentales.
Los alcaldes tendrán un papel
esencial porque son vuestros representantes electos y, por lo tanto, el intermediario
legítimo para la expresión ciudadana.
Para mí, no hay temas prohibidos. No estaremos
de acuerdo en todo, es normal, es la democracia. Pero al
menos mostraremos que somos personas que no tenemos miedo de hablar,
intercambiar, debatir.
Y tal vez descubriremos que podemos alcanzar
acuerdos mayoritarios, más allá de nuestras preferencias y más a menudo de lo
que pensamos.
No he olvidado que fui elegido para
un proyecto, al que me mantengo fiel en sus grandes objetivos. Siempre pienso
que debemos
restaurar la prosperidad de Francia para que pueda ser generosa, porque una
cosa va con la otra. Siempre pienso que la lucha contra el desempleo debe ser nuestra
principal prioridad, y que el empleo se crea ante todo en las empresas, por lo
que debemos darles los medios para progresar. Sigo
pensando que debemos reconstruir una escuela de la confianza, un sistema social
renovado para proteger mejor a los franceses y reducir de raíz las
desigualdades. Sigo pensando que el agotamiento de los recursos naturales y el
cambio climático nos obligan a repensar nuestro modelo de desarrollo. Debemos
inventar un nuevo proyecto productivo, social, educativo, ambiental y europeo
que resulte más justo y eficaz. En estos objetivos principales, mi
determinación no ha cambiado.
Pero también creo que de este debate
puede surgir una mejor definición de nuestro proyecto nacional y europeo,
nuevas formas de ver el futuro, nuevas ideas.
En este debate, espero que pueda haber
la mayor participación entre los franceses, entre nosotros.
Este debate deberá responder a las
preguntas clave que han surgido en las últimas semanas. Es por eso
que, con el Gobierno, hemos seleccionado cuatro temas principales que cubren
muchos de los principales problemas de la nación: La
fiscalidad y el gasto público, la organización del Estado y los servicios
públicos, la transición ecológica, la democracia y la ciudadanía. Sobre cada
uno de estos temas ya se han planteado preguntas y propuestas. Deseo formular
algunas, que no agotan el debate, sino que me parecen constituir el núcleo de
nuestras interrogaciones.
El primer tema trata sobre nuestros
impuestos, nuestros gastos y la acción pública. Los impuestos constituyen el núcleo
de nuestra solidaridad nacional. Con ellos financiamos nuestros
servicios públicos. Remuneramos a los maestros, bomberos, policías, militares,
magistrados, enfermeras y a todos los funcionarios públicos que trabajan para vosotros. Permiten otorgar
prestaciones sociales a los más débiles, pero también financiar algunos grandes
proyectos de futuro, nuestra investigación, nuestra cultura o el mantenimiento
de nuestras infraestructuras. Los impuestos también nos permiten
pagar los intereses de la abultada deuda que nuestro país ha contraído a lo
largo del tiempo.
Pero los impuestos, cuando son
demasiado altos, privan a nuestra economía de recursos que se podrían invertir eficazmente
en las empresas, creando así empleo y crecimiento. Y priva a
los trabajadores del fruto de
sus esfuerzos. No nos vamos a desandar los pasos que hemos tomado para
corregirlo con el fin de estimular la inversión, haciendo que el trabajo pague
más. Acaban de ser votados y apenas comienzan a mostrar su efecto. El
Parlamento hará balance de forma transparente y con la retrospectiva necesaria. Debemos, en
cambio, plantearnos la posibilidad de ir todavía más allá.
¿Cómo podríamos hacer nuestro
sistema tributario más justo y eficiente? ¿Qué impuestos cree
que deben reducirse primero?
En cualquier caso, no podemos bajar los
impuestos sin disminuir el nivel general de nuestro gasto público.
¿Qué recortes considera
prioritarios?
¿Deberían eliminarse ciertos
servicios públicos que están desactualizados o resultan demasiado caros en
relación con su utilidad? O, por el contrario, ¿detecta nuevas necesidades de servicios
públicos y tiene propuestas para su financiación?
Nuestro modelo social también ha sido
cuestionado. Algunos lo consideran insuficiente, otros demasiado caro debido
a las contribuciones que pagan. La eficacia de la formación y de los
servicios de empleo suele ser criticada. Después de
amplias consultas el gobierno ha comenzado a dar respuesta a través de una
estrategia para nuestro sistema sanitario, para luchar contra la pobreza y contra
el desempleo.
¿Cómo podemos organizar mejor
nuestro pacto social? ¿Qué objetivos hemos de priorizar?
El segundo tema sobre el que debemos
tomar decisiones es el de la organización del Estado y de la administración
pública. Los servicios públicos tienen un costo, pero son vitales: la
escuela, la policía, el ejército, los hospitales, los tribunales son esenciales
para nuestra cohesión social.
¿Hay demasiados niveles administrativos
o niveles de gobierno local? ¿Debemos reforzar la
descentralización y otorgar más poder de decisión y acción a los ciudadanos? ¿A qué
niveles y para qué servicios?
¿Cómo le gustaría que se organizara
el estado y cómo se puede mejorar su acción? ¿Debemos
revisar el funcionamiento de la administración? ¿Cómo?
¿Cómo pueden mejorar las autoridades
estatales y locales para responder mejor a los desafíos que presentan nuestros
territorios más problemáticos? ¿Qué propone?
La transición ecológica es el tercer
tema, esencial para nuestro futuro. Estoy comprometido con los objetivos
de preservar la biodiversidad y combatir el calentamiento global y la
contaminación del aire. Hoy nadie discute la urgente necesidad de actuar con rapidez. Cuanto más tardemos
en cuestionar nuestra realidad, más dolorosos serán los cambios.
Hacer la transición ecológica puede
reducir el gasto de los hogares en combustible, calefacción, gestión de
residuos y transporte. Pero para tener éxito en esta transición, debemos invertir mucho
y apoyar a nuestros conciudadanos más modestos.
La solidaridad nacional es necesaria
para que todos los franceses puedan lograrlo.
¿Cómo financiar la transición
ecológica: mediante impuestos o mediante tasas? ¿y cuáles deben ser las
prioridades?
¿Cómo podemos hacer accesibles a todos
que las soluciones concretas, por ejemplo, para reemplazar la caldera o el coche
ya viejos? ¿Cuáles son las soluciones más sencillas y financieramente
sostenibles?
¿Cuáles son las soluciones para el desplazamiento,
la vivienda, la calefacción, la alimentación que deben diseñarse más bien a
nivel local que nacional? ¿Qué propuestas concretas haría
para acelerar nuestra transición ecológica?
El tema de la biodiversidad es
también un problema para todos nosotros.
¿Cómo podemos dar garantía
científica a las elecciones que debemos hacer en este sentido? ¿Cómo
compartir estas opciones a nivel europeo e internacional para que nuestros
productores no resulten penalizados en comparación con sus competidores extranjeros?
Finalmente, está claro que el
período que está atravesando nuestro país demuestra que debemos dar más fuerza
a la democracia y a la ciudadanía. Ser ciudadano significa ayudar a
decidir el futuro del país mediante la elección de representantes a nivel
local, nacional o europeo. Este sistema de representación es la
base de nuestra República,
pero debe mejorarse, porque muchos no se sienten representados pasadas las
elecciones.
¿Debemos reconocer el voto blanco? ¿Debemos
hacer obligatorio el voto?
¿Cuál es el grado correcto de
proporcionalidad en las elecciones legislativas a fin de obtener una
representación más justa de todos los proyectos políticos?
¿Deberíamos, y en qué medida, limitar
el número de parlamentarios o de otros cargos electos?
¿Qué papel deben desempeñar nuestras
asambleas, incluidos el Senado y el Consejo Económico, Social y Ambiental, en
la representación de nuestros territorios y de la sociedad civil? ¿Debemos
transformarlos? ¿Cómo?
Además, una gran democracia como Francia
debe poder escuchar más a menudo la voz de sus ciudadanos.
¿Qué cambios desea para hacer más
activa la participación ciudadana, más participativa la democracia?
Hay que fomentar la participación
directa, en las decisiones públicas, de ciudadanos no electos, por ejemplo
escogiéndolos por sorteo?
¿Debería aumentarse el recurso al
referéndum? ¿De quién ha de ser la iniciativa?
La ciudadanía también es
convivencia.
Nuestro país siempre ha acogido a quienes
huyeron de guerras y persecuciones, y a quienes han buscado refugio en nuestro
territorio. Es el deber de asilo, que no puede ser cuestionado. Nuestra
comunidad nacional también siempre ha estado abierta a aquellos que, nacidos en
otros lugares, han elegido Francia en busca de un futuro mejor: así se ha
construido. Sin embargo, esta tradición hoy se ve sacudida por tensiones y
dudas asociadas a la inmigración y los fallos de nuestro sistema de
integración.
¿Qué propone para mejorar la
integración en nuestra Nación? Cuando se trata de inmigración,
una vez que se cumplan nuestras obligaciones de asilo, ¿quiere que el
Parlamento pueda establecer objetivos anuales? ¿Qué
propones para responder a este reto, que será duradero?
La cuestión del laicismo todavía es
objeto de importantes debates en Francia. El laicismo
constituye el valor primordial para que diferentes creencias, religiosas o
filosóficas, puedan convivir en armonía y mutua comprensión. Es sinónimo
de libertad porque permite que todos vivan de acuerdo con sus elecciones.
¿Cómo fortalecer los principios del laicismo
francés, en la relación entre el estado y las religiones de nuestro país? ¿Cómo
asegurar que todos tengamos respeto por la mutua comprensión y los valores
intangibles de la República ?
En las próximas semanas, les invito
a debatir para responder estas preguntas, cruciales para el futuro de nuestra
nación. También espero que ustedes puedan, más allá de estos temas que propongo,
proponer cualquier tema concreto que considere que podría mejorar su vida diaria.
Este debate constituye una
iniciativa sin precedentes de la cual estoy decidido a sacar todas las
conclusiones. No se trata de unas elecciones ni de un referéndum. Lo que se le
pide aquí es su expresión personal, relacionada con su propia historia, sus
opiniones, sus prioridades, sin distinción de edad o de condición social. Creo que constituye
un gran paso adelante para nuestra República consultar así a sus ciudadanos. Para
garantizar su libertad de expresión, deseo que esta consulta se organice con
total independencia y que cuente con todas las garantías de lealtad y
transparencia.
Así es como pretendo transformar la
ira en soluciones.
Por lo tanto, sus propuestas
permitirán construir un nuevo contrato para la Nación, estructurar la acción
del Gobierno y del Parlamento, pero también las posiciones de Francia a nivel
europeo e internacional. Le informaré directamente el mes subsiguiente al término del
debate.
Francesas, franceses, deseo que
tantos de ustedes como sea posible puedan participar en este gran debate para realizar
una contribución útil al futuro de nuestro país.
En confianza,
Emmanuel MACRON
Totalmente demagógico: Dice hablemos de todo, pero de ninguna manera replantearemos las exigencias de REDUCIR EL GASTO (seguramente porque eso no es una decisión que deba ser democrática)... Decidme a quien recortamos, pero no dejaremos de hacerlo...
ResponderEliminarO NO ENTIENDE EL PROBLEMA REAL O NO LO QUIERE ENTENDER.
Sí que habla de replantear la reducción del gasto público. Cuando plantea optimizar el gobierno y la administración, por ejemplo.
EliminarNo hay UN problema real, sino muchos PROBLEMAS reales. Hay mucha gente que no entiende eso, o que no lo quiere entender.
Gracias por la traduccion. Un discurso que encaja con la situacion actual de cualquier pais europeo (y algunos que aspiran a serlo...) Una excelente demostracion de dialogo y talante politico.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarjaja Parece que demagogia y populismo van a ser la moda hasta que esto reviente. Esto es como si un doctor antes de operarte te pregunta cómo te tiene que operar, mucha confianza no me da... Joder con los politicos... hagan su puto trabajo y si no son capaces, puerta.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAl margen de estar de acuerdo o no con Macron este utiliza un lenguaje que no trata como a bobos a sus ciudadanos como pasa en España donde los políticos se ciñen a 4 consignas y el personal es tratado como rebaño.
ResponderEliminarNadie aquí hace lo que él,irse por las distintas regiones francesas a reunirse con los alcaldes para sondear directamente el malestar, escuchar soluciones y debatir sus equivocaciones.
Ya eso,al margen de su carga demagógica,es digno de admiración,sin olvidar que los chalecos amarillos siguen presionando y que el sentimiento francés ante la injusticia está más elaborado que en un país como España aún tiene el vacio mental de una dictadura de 40 años.